¿Cómo crea la arquitectura, la que pensamos y la que hacemos, sus nuevos hiatos, sus trayectorias, sus felicidades e infelicidades, qué bienes instituye, qué alteraciones provoca? Diplomática ella, ¿cómo se establece en legado? ¿Cómo compartir estos modelos o cómo compartir sus apasionados intereses con nuestros apasionados intereses? Es como encontrarse en un sitio en el que uno no sabe explicar que no tiene fin. ¡ Feliz cumpleaños, feliz nacimiento¡¡
Pensar una arquitectura sin nosotros, pero que, paradójicamente, está hecha por nosotros. Dar ese salto cualitativo que permita compartir con la alteralidad los modelos y experiencias, y a pesar de la dificultad, casi la imposibilidad, construir ese afecto equivalente entre los mundos. Y si eso sucede, ¿cuántos relatos diferentes caben? ¿Uno por casa uno de nosotros, o un mundo arquitectónico que reconozca a su vez la relación entre los dominios personales y la pluralidad de la red?
¿Para quién pensar el futuro? ¿Junto a quiénes y junto a qué? ¿Cómo construir una arquitectura que permita que dos objetos no humanos se afecten mutuamente fuera del rango de la mirada humana?. Solo unas prácticas arquitectónicas ecologizantes, que hacen hacer ecologías, merecen la pena llamarse arquitecturas que aspiran a construir un mundo más justo, a repensar nuestras prácticas y sus ecologías, a repensar las interacciones que proponen y a la diversidad sobre la que se sustentan.
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